El Imperialismo financiero, explotador de vidas humanas y de los Recursos de nuestra Patria Grande, impuso un criminal bloqueo comercial; político y humanitario a Naciones Soberanas como lo son Cuba y Venezuela, argumentando que allí no se respetan las libertades ni los Derechos Humanos.
Convertido en Comisario y Juez Planetario, el Imperio llegó al extremo de bloquear dineros que Venezuela tenía en el exterior y de designar a un mequetrefe como Juan Guaidó, administrador de esos fondos y Presidente de facto de la República Bolivariana (fronteras afuera, en el sumun de la ridiculez), ante el silencio de la mayoría de los Países de la Región.
La ‘purísima e intachable’ Michelle Bachelete, en su rol de Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, emitió un documento denunciando una supuesta violación a los DDHH en Venezuela, mientras el mundo sigue esperando su informe sobre los asesinatos; detenciones ilegales y violaciones a mujeres y hombres, perpetradas en la Chile de Piñera y ahora en la Colombia de Duque; o sobre los atropellos de Bolsonaro y las muertes que se multiplican por cientos de miles en Brasil; o sobre el abandono del Pueblo de Ecuador, por parte de Lenín Moreno.
La particularidad de estos parásitos insertos en el cuerpo mismo de la Patria Grande, es que no son más de dos mil históricas familias por País, las dueñas de casi todas las tierras productivas y de los Grupos Concentrados; de los Medios Hegemónicos; de las Fuerzas uniformadas y de los Sistemas Judiciales. Son las Oligarquías Sudamericanas, herencia maldita del colonialismo europeo, que mantienen intactos al injusto reparto de las riquezas y el miserable esquema productivo de Centro y Sudamérica.
Mientras esas patas del Poder Real estén garantizadas, sus gobiernos de Republiquetas serán reconocidos por el Imperialismo, como modernas Democracias. Por el contrario, si sus privilegios son siquiera rozados por un Gobierno Popular que ponga el foco de sus Políticas en su Pueblo, el ataque será furioso y sin contemplaciones, sin que importen las vidas de las personas que - en este Siglo XXI del Capitalismo Financiero en decadencia - no califican ni para ser consideradas daños colaterales.
Las Dictaduras de este Siglo cambiaron los uniformes de Militares traidores a la Patria, por finos y caros trajes de primeras marcas internacionales, que visten a tilingos sujetos de buenos modales pero de malos hábitos, que lloran de emoción cuando un Donald Trump les palmea el hombro por los servicios prestados y por la Patria entregada, pero que no se inmutan ante familias buscando comida en una olla popular o en un basural.
Se dicen personas de bien, pero llevan al mal en la sangre. Nacieron para proyectar sus privilegios de alcurnia en el tiempo y lo harán como lo hicieron siempre: engañando; conspirando; estafando; traicionando y asesinando.
Javier Ernesto Guardia Bosñak
Cacho Castaña
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