Seguidores

segunda-feira, 28 de setembro de 2020

Como Prolongar la Vida

 


DÉJAME TESTIFICAR QUE

A LOS QUE AMAN A DIOS,

TODAS LAS COSAS AYUDAN

PARA BIEN…

 

Hay 3 Causales para una muerte antes de tiempo: Dios, el Diablo y la persona humana.

A. Significado de Duelo:

Significa combate entre dos.

La persona tiene un combate entre dos partes: una que acepta la pérdida, que sabe que partió, pero hay otra parte que no acepta la pérdida; tiene bronca por esa pérdida, entonces viene una lucha.

Todos necesitamos hacer el proceso del duelo, que es normal y es el proceso de recuperación de esa pérdida.

Si una persona que “pierde” un familiar no sufre el duelo, entonces nunca ha amado a quien partió.  Pero si viviendo su propio duelo enseguida se recupera, o abdica al “bien” perdido, aceptando la pérdida como un logro, un paso al frente, una posibilidad de cambio, una oportunidad de libertad, entonces, está viviendo la experiencia de sanidad interior y liberación espiritual necesaria, que Dios le ofrece en Su Palabra.

B. El tiempo que durará un duelo, dependerá de al menos 7 aspectos:

 

1)                 Cuánto uno haya amado: la ecuación es más amor, más sufrimiento por la pérdida. Menos amor, menos sufrimiento.

·                    la sanidad del duelo y liberación de él, es más lenta, pero real.

 

2)               Cuánto uno se haya amado en el trato con el otro: más nos hemos amado, más sufrimos. Menos nos amamos, menos sufrimos.

·                    la sanidad y liberación del duelo es más rápida y más compleja.

 

3)               Cuán consolidado uno esté en Dios y en su Palabra: no somos como los que no tienen esperanza. Nuestra esperanza se desprende de lo que conocemos de la Biblia, y de lo que ya hemos experimentado en Dios.

 

4)               Cuánto a uno le haya servido esa conexión humana:

·                    es diferente el duelo por una persona que partió y que era muy activa, que aquél que sufrimos por una persona inactiva: pacifica o pendenciera; constructora o destructora; amante o celosa; opositora y perseguidora o ayudadora idónea.

 

5)                Cuánto nos hayamos casado: (tratándose de la pérdida del cónyuge):

·                    hay personas que nunca se casaron completamente: le gusta el cuerpo del otro, pero odia sus gustos. Ama su carácter, pero detesta su profesión. Etc.

·                    Si el que se fue está encuadrado en este caso y quien se ha quedado no, el duelo es más doloroso y costoso.

·                    Si el que se queda se encuadra en este caso, y quien partió amó intensa y verdaderamente, al que se queda puede acontecerle una de las 2 siguientes clases de duelo:

a) El Duelo Superficial: es rápido; lo que ama lo suple de inmediato;

b) El Duelo Congelado: Nunca se sana y sufre la acusación de su conciencia continuamente. Puede ser reprimido.

 

6)               Cuánto la persona que partió buscó y quiso ser transformada para ser mejor en vida, y útil a los demás:

·                    Por una persona testaruda, que no desea renunciar a sus fallas y defectos, que se ata a la tradición, la cultura y la raza, en el fondo, quienes quedan vivos, tarde o temprano, y probablemente en poco tiempo se recompondrán y no sufrirán muy profundamente.

 

7)                Cuánto el cónyuge que quedó contribuyó para el cambio y la felicidad del otro:

·                    haya o no aprovechado el apoyo del otro la persona que parte, dependerá de cuánto uno apoyó al otro, para sufrir menos o más.

C. Otro Aspecto relacionado al duelo:

·                    Cuando el que fallece no ha sido salvo y quien queda ya ha experimentado la salvación, el duelo no tiene sentido; conviene liberarse de él cuanto antes, por más que uno no le haya testificado de Cristo adecuadamente, pues, de nada nos valdrá condolernos. Hay que perdonar y perdonarse, y aceptar el perdón de Dios.

·                    Cuando el salvo fallece, no llegando a arreglar aspectos relevantes de su caminar con Dios, debemos perdonarlo y olvidarnos. Nada más podemos hacer por él, y nada resultará dolernos por ello. Debemos dejar el juicio en las manos del Señor.

·                    Cuánto se haya preparado para el encuentro con Dios, y cuánto haya sido transformado y esté adecuado para “el Reino”, a nosotros no nos compete juzgar su destino.

D. Causas de la muerte de un santo:

¿Tiene Dios qué ver con la muerte de un santo?:

Respuesta: Sí, y TODO

¿Tiene el Diablo qué ver con la muerte de un santo?:

Respuesta: No, NADA

¿Cuánto depende del creyente su partida?:

Respuesta: Casi todo. A mayor entrega al Señor, menos riesgo. A menor entrega, mayor riesgo.

No se ve ni en el Antiguo Testamento, mucho menos en el Nuevo un destino fijo de cuándo la persona va a partir, menos aún, un hijo de Dios. Vivimos limitados en un cuerpo vulnerable, que degrada naturalmente, y su fin es la muerte. De esto no escapa nadie, pues, en Génesis 3 ya fue establecido que pecando, nos hacemos acreedores de la muerte.

El apóstol Pablo decía que debemos ser guardados “indefectiblemente” para la venida del Señor, en cuerpo alma y espíritu, por tanto, el mismo deber que tiene el cristiano por cuidar de su alma y de su espíritu, es también para con su cuerpo.

La idea de que “nos llega la hora y no hay escapatoria”, es mundana; no tiene base bíblica. Y la idea de que “nos salvamos de la muerte muchas veces porque Dios tiene un propósito particular con uno”, también es mundana y religiosa. Mas, bien, que uno sea librado de la muerte, debe interpretarse como una acción continua y natural de Dios para con todos sus hijos, igualmente, y que en nuestro caso sí tuviera el propósito de prendernos más a Él, por lo descuidado que seríamos si Él no se adelantara a eventos ‘naturales’ que nos podía costar la vida.

Satanás andaba rodeando la tierra en el primer libro de la Biblia, Job. Ya en el Nuevo Testamento, desde que Cristo vino para derrotarlo, tiene su capacidad malhechora altamente reducida, y sólo podría serle útil para captar los hijos de perdición. Desde que fuimos salvos en Jesucristo, el Diablo no nos toca más. Cristo le arrebató las llaves de la muerte y del Hades en la cruz. Ahora, cuando busca zarandearnos, tiene que pedirle permiso al Señor, quien le usará, según cada caso. Cuando el santo es matado, según se desprende de Jesús en Mateo 10. 28, nos descuidamos, temiendo al hombre, o Dios nos arrebató.

El texto de 1ª Tesalonicenses 5. 23 trae dos palabras llaves: “completos” y “perfectos”. Completos se refiere a cantidad, y perfectos, a la cualidad. Dios no sólo nos santifica por completo, como también guarda perfecto nuestro espíritu y cuerpo, y nuestra alma. La Salvación como proceso, realiza plenamente la compleción y la perfección en nosotros desde que recibimos al Salvador, hasta nuestra resurrección o glorificación. Con todo, como el Diablo todavía anda suelto, engañando a todos, incluido salvados, y acusando a los hermanos, debemos vivir vigilantes, por un lado, cuidando nuestra salvación al disfrutarla y usarla bien, y por otro, cuidando nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, para que seamos “indefectibles” [sin defecto] e “irreprensibles” [sin motivos de acusación], y también disfrutemos de eso de que “el Maligno no nos toca”.

Una vez salvos, Dios nos libró, nos libra y nos librará aún, durante toda la vida, y si nos toca ser matados, o morir antes de tiempo, que no sea porque nos expusimos al Diablo y le otorgamos derecho y libertad para tocarnos, ni que hayamos descuidado nuestra salvación, acortando nuestro derecho a vivir más, servir más, amar más, y finalmente tener más recompensas y galardones.

Cualquiera sea nuestro final de vida humana, el Diablo no tiene autoría de nada en un salvo, pero nosotros los salvos podemos vivir adecuados delante de Dios, de manera armoniosa y obediente a Él, para que nos siga prolongando la vida. Pero en el caso de un descuido nuestro, Él nos arrebatará aunque perdiendo nuestro cuerpo, porque adentro de nosotros ya estuvo instalada la Vida Eterna. Que no se entienda mal la participación del salvo en la prolongación de su vida humana. No se trata de que nos convirtamos en coautores de ella con Dios, sino de que no le somos motivo de que Él tenga como último recurso en su protección de nosotros arrebatarnos emergencialmente, con la pérdida física por nuestro descuido o provocación al Malo. El Diablo también necesita saber que nuestro cuerpo no limita ni impide jamás nuestra vida eterna lograda por Jesús a nuestro favor.   

E. MITOS: En el pueblo de Dios, debido a que la mayoría venimos de una influencia católico–romana muy fuerte, aún tenemos ideas y conceptos  que nada tienen que ver con la verdad de Dios. Como nos dice Isaías (8:20) “¡A la Ley y al Testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” No vale mi opinión, ni la suya ni la opinión de científicos o expertos, sino, qué dice la Palabra de Dios. Este trabajo no registra todos los versículos bíblicos que prueban lo que decimos aquí, pero sin duda alguna, para quien conoce la Biblia, las menciones y la argumentación general no serán sin fundamentos.

Mito 1. – “Seguramente Dios lo necesitaba en el cielo”:

¡Qué absurdo! Dios no necesita a nadie en el cielo. Nosotros necesitamos de él en la tierra, por eso mismo él bajó, y subió, y ahora es sólo invocar su nombre y él ya se hace presente para salvarnos a cualquier momento. Nuestra muerte es salvación, porque abandonamos el cuerpo de pecado y aguardamos el momento en que seremos revestidos de un nuevo cuerpo. El Cielo no contrata a nadie, sino que recibe a salvos por gracia.  

Mito 2. – “Cuando un niño o una persona buena muere, se transforma en ángel, o una estrella en el firmamento”:

La creación de ángeles es una creación secundaria (Sal. 8:2) Ellos están para servir al hombre (Hb.2:14) y no son una clase de creación superior al ser humano.

Además, Dos crea constantemente, y él no necesita transformar una creación que es “la Obra Prima” de la Creación en algo inferior. Las estrellas también pertenecen a una categoría inferior de la Creación de Dios.

Nada nos eleva a Dios, sino solamente el entrar a Dios por medio del nuevo nacimiento.

Mito 3. – “El marido (o la mujer, o el padre, el hijo, etc.) le hacia sufrir mucho; eso fue lo que lo mató”:

La Biblia dice: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevara el pecado del padre, ni el padre el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.” Ez.18:20.

La muerte tiene una sola causa, aunque muchas circunstancias diferentes: el pecado es la única causa de la muerte. El pecado ajeno nos afecta la existencia aquí, y hasta puede alterar nuestra vida, pero no alcanza para matarnos, porque cada uno tiene libre albedrío y todos los humanos tenemos las mismas oportunidades inherentemente de vencer el pecado o ser vencidos por él.

Dios no nos da más carga de la que podamos soportar.  

Mito 4. – “En la forma en que murió, seguramente estaba en pecado”:

Ningún pecado mata. Sólo un pecado es “de muerte”: no creer en Cristo Jesús y no aceptarlo como Señor y Salvador. Aún este pecado no produce muerte física sino espiritual, pues, sino, los santos no morarían físicamente. Nadie muere para sufrir o ser castigado. El sufrimiento es del humano que vive, porque somos por naturaleza pecadores, y nacimos con el pecado de muerte, o sea, muertos en delitos y pecados. La intensidad, la gravedad o la forma como muere un salvo, no significa nada.

Jesús advirtió a sus discípulos que habría gente que los podrían matar, no obstante, la muerte del santo SIEMPRE es preciosa a los ojos de Dios, independiente de cómo acontezca.

Para nosotros sus hijos, la muerte física –insoslayable– no es muerte; es un sueño, un descanso y también es estar con Cristo, lo cual es mucho mejor.

Mito 5. – “Ya cumplió su misión en la tierra…”:

Si bien es cierto que cada ser humano trae inherentemente en su psique una misión o propósito de vida, o vocación a la cual debe abocarse, y cuando así lo hace, gana él y el universo todo funciona armoniosamente por ello, tenemos el derecho y el beneficio establecido por Dios de poder vivir en la tierra hasta 70 años como mínimo. El límite es general; no particular.

Lo que el humano influencia sobre la vida de otros, o de sí mismo, es el único elemento decisorio de nuestro vivir aquí, por autonomía, o por dependencia de otros, y nada tiene el Diablo a ver con ello, pero sí Dios, el Soberano.  

F. ¿Víctima o Culpable?:

·                    Desde el punto de vista de a) los espíritus familiares, b) la cultura, c) el racismo, hay víctimas, porque tales cosas se heredan y no todos consiguen vencerlas y liberarse de ellas. 

·                    Desde el punto de vista de la responsabilidad humana, y de la Soberanía de Dios, no existen las victimas en el caso de la muerte de un santo.

G. Dios monitoreando la vida y la muerte de un santo:

La Biblia prueba que TODA muerte es permitida por Dios, al afirmar que Cristo por medio de su muerte, venció a la muerte y liberó al ser humano de la crueldad de Satanás.

Si Cristo tuvo alguna victoria en el Hades, cuando estuvo allí durante tres días, esa victoria testifica que antes era Satanás quien comandaba el imperio de la muerte, aprovechándose de la causa del pecado en la raza humana. Los judíos en vano trataban preservar su vida humana, y prolongarla, porque por un lado, sus cuerpos ya estaban condenados a muerte; y por otro, el único que podía darles vida eterna no había venido aún. Por esto mismo en Hebreos 11 LA FE genuina en ellos les llevaba a muertes extremadamente dolorosas y hasta vergonzosas, y el martirio, y no a evitarla. 

Como todas sus victorias para el hombre son judiciales, y no llegan a ser concretizadas mientras el hombre no las acepta por fe en Él, como la salvación, la sanidad, el perdón de los pecados, la unidad de un único pueblo, y la victoria sobre Satanás, también la victoria sobre la muerte, consecuente del pecado. Nuestra victoria no es librándonos de morir, pero sí prolongando la vida y resucitando para vida eterna.

Satanás todavía tiene un imperio, aunque caído, y tiene gente que le sigue y le adora.

Todavía “las primeras cosas no pasaron”, por eso todavía los santos fallecen, y “el último enemigo a ser vencido, es la muerte”, por eso todavía Satanás tiene algún poder sobre los suyos, los cuales pecan deliberadamente.   

Satanás cuida de sus victimas, así como Cristo cuida de los suyos. No obstante, Satanás es engañador, y el cuidado que ofrece es en tanto y en cuanto el individuo le sirve a sus maléficos designios; sino, lo corrompe para que muera antes.

Satanás no puede matar a un hijo de Dios, porque quienes estamos en las manos de Cristo, “nunca nadie nos puede arrebatar de allí”.

Dios está en TODA muerte como SOBERANO sobre todo y sobre todos. Pero hay muerte provocada por Satanás en el humano pecador o descuidado, y muerte planificada por Dios. Satanás no puede provocar la muerte de un santo; esta sólo ocurrirá cuando Dios decide, sea porque revisando nuestro expediente lee “descuidó su salvación”, o la había planificado quitar. Él siempre “toma lo suyo” en circunstancias donde Satanás anda al rededor, y no en derredor de los protegidos del Señor.

Satanás no mata si Dios no le da permiso.

Cuando Satanás mata libremente, lo hace para llevar más personas a su imperio y solo puede hacer esto con su gente. Cuando Dios le da permiso para matar, esta muerte es como disciplina a favor de Dios, y ocurre tan sólo en casos extremos. El Diablo es servil al Soberano Dios, y no otro dios todopoderoso. Si tan solo querer zarandearnos, motiva a Cristo interceder por los salvos, cuanto más si intentara matarlos. Pero hay creyentes que tienen todo para ser salvos, parecen salvos, viven como salvos, pero nunca fueron renacidos. Si uno de estos es entregado a Satanás, es para que algo aprendan, y cambien, no para glorificar al Diablo como autor de la muerte.  

Pablo había entregado a algunos a Satanás, “para que aprendan a no blasfemar”. Satanás no enseña nada, pero si algo aprenderemos al caer en sus manos, ciertamente será a través de la máxima crueldad y maldad incluido la muerte, y tan sólo porque aun bajo alguna influencia o acción demoníaca o falta de conversión verdadera, Dios todavía tiene en sus manos a esa persona.

Dios prioriza la salvación del espíritu humano. Algunas perdidas a veces son inevitables, incluido el mantenimiento de la vida natural, con tal de que “el espíritu sea salvo”.

Dios no quiere la muerte del impío. Pero la muerte de un santo le es preciosa a sus ojos, cualquiera sea la circunstancia en que muera.

Las causas de la muerte de un santo son otras, nunca Satanás.

Satanás puede ser el ambiente o marco (esfera donde él ejerce autoridad usurpada) donde un santo puede ser alcanzado con la muerte, pues aun cuando vivimos en el reino de Dios, este reino ahora está dentro del mundo usurpado por Satanás, y es aquí donde Cristo le vence y nos usa para ser la más vergonzosa causa de su derrota, el mismo que fue engañado en el Edén, de lo que Satanás se glorió, sino, Cristo no hubiese orado: “guárdalos del mal. No ruego que les quites del mundo, sino que los guardes del mal”.

La primera y principal causa de muerte es el pecado por eso todos mueren, porque todos nacemos en pecado, y por eso también pecamos.

Desde que el creyente “ha pasado de muerte a vida” por el perdón eterno de su pecado eterno, el de no creer en Cristo, la muerte física para él ya no es muerte, es sueño, un descanso. Pero no escapa de la muerte física, porque es pecador y el cuerpo de pecado está condenado a la corrupción.

Cristo advirtió a sus discípulos que en la tierra podían matarlo. Mt. 10:28 y Pedro declara que podemos sufrir como cristianos, o siéndolo, sufrir por agravios a la humanidad de Dios.

Ningún cristiano puede ser considerado vencedor si no tiene testimonio en la tierra aquí y ahora, sobre el mal que lo acosaba. Unos sobre el vicio. Otros sobre su naturaleza pecaminosa. Algunos sobre su carácter. Muchos sobre la enfermedad, y la muerte. Aunque al fin, todos moriremos igualmente.

Dios estableció un límite para la vida humana, y principios para prolongarla.

El ser humano tenía Libre Albedrío hasta que lo perdió en el Edén; pero la intención de Dios no era “soltarle la mano” sino habilitarle a escoger el Árbol de la Vida. Llegando a Génesis 6 Dios describe: <<Yo los crié con un espíritu, para que sean libres como ‘nosotros’, pero ellos no salen de vivir apenas por su conciencia de existir, como carne>>. 

El ser humano que se deja gobernar por Satanás, puede ni llegar al límite, ni podrá prolongar su vida en la tierra, como de hecho, le pasó a Adán y Eva, y como él sigue porfiando que tiene Libre Albedrío, y poder sobre la vida y la muerte, Dios le dio miles de años para que lo probasen, desde Moisés hasta Cristo, y ninguno de ellos consiguió nada. “La promesa de la vida” solo estaba limitada al Árbol de la Vida, Cristo [2ª Tm. 1. 1]. 

Aquél que es gobernado por Dios tiene asegurado el límite y aun diez años más, y también podrá prolongar su vida si cumpliere los principios de prolongación de vida establecidos en la Biblia.

De cualquier manera, el santo, ya sea que alguien lo mate, o que haya sido entregado a Satanás para ser disciplinado por Dios a través de él, o que no practique los principios de prolongación de la vida, y no fuere suficientemente capaz (los más robustos: los más fuertes, o que más pueden) para acrecerla de 70 a 80 años, su muerte no es muerte, y sí es preciosa a los ojos de Dios.

H. PRINCIPIOS DE PROLONGACIÓN DE LA VIDA HUMANA:

Principios eternos y Principios relativos: Relativos, cuando nada tienen que ver con la salvación, pero sí con nuestro vivir humano. Eterno, porque afecta nuestra eternidad.

Quizá hayan más, pero hallé 10 que son principales:

1) Amar y honrar a los padres. Ef. 6:2,3; esto no favorece la salvación eterna, tan sólo asegura seguridad y prolongación de la vida humana. Es un principio relativo, porque Dios lo aplica soberanamente y subordinadamente a sus principios eternos. Metafóricamente, implica “reconocer el origen de uno”. El Diablo cayó porque cometió este pecado. Reconocer nuestra origen, LA VIDA, nos libra de ser expulsados del cielo [metafóricamente]. Cuando honramos a nuestros padres, eso nos reporta al respeto y el temor de Dios Padre, la Vida. Esta vida eterna es de gracia, pero podríamos ni saber que ya la poseemos, o descuidarla, o no saber disfrutarla aquí y ahora, viviendo como huérfanos. 

Principio Eterno.

2)      Querer amar la vida. 1ª. Pd. 3:10 (disponerse a aprender a amar y perdonar) El amor se aprende y se desaprende. Dios no obliga a nadie a vivir. Nos da la vida y espera que queramos vivir. De nosotros depende amarla o aborrecerla. La respuesta no es “él/ella quería vivir” sino “amaba la vida o la aborrecía”.

Principio Relativo.

3)               Refrenar la lengua del mal: Esto nos habla de disciplina, educación, civilidad, urbanismo, amabilidad, tolerancia y la no discriminación. Nuestras palabras deben estar sazonadas con sal para dar gracia a los que nos escuchan, sin críticas, juzgamientos, condenaciones y malos tratos [1ª Pd.3.10-12].  

Principio Relativo.

4)               No hablar engaño: En el caso anterior, se trata de una acción positiva. Aquí se refiere a una acción negativa. Debemos privarnos de mentir y engañar a los demás. Puede ocurrir que no maltratemos a los demás, pero sí los engañemos. Las personas malas andan engañadas y engañando. Viven con perjuicios.  

Principio Relativo.

5)               Apartarse del mal: Una de las maneras prácticas y muy efectivas de apartarnos del mal es propositalmente haciendo el bien al que nos hace mal. Hay males pequeños, medianos, grandes, ocultos, disfrazados, manipulados, presentados como buenos, etc. Debemos identificarlos y apartarnos de él y si con él se va una persona, lo lamentaremos, pero no podemos tolerarla tan sólo por no ofender, porque se trata de nuestra vida. Jesús recomienda “mirad por vosotros mismos” [Lc. 17. 3] y Pablo en 1ª Tm. 4. 16.  

Principio Relativo.

6)               Aquí tenemos 3 antídotos para los puntos 3, 4, y 5: 1) Hacer el bien; 2) Buscar la paz y; 3) Seguirla. 1ª.Pd. 3:10,12 Lo que declaramos con la boca, sembramos, y lo que sembramos, cosechamos. El apartarse del mal tiene una contraparte obligatoria: hacer el bien: si uno difamó, y se arrepiente, deberá procurar hacer un acto de humildad ante el agraviado, siempre en el poder y la gracia de Dios. 

Principio relativo.  

Lo que no arreglemos aquí y ahora, lo arreglaremos en el Milenio [Mt.5.25-26]. De ahí que en Mateo 24. 45-51; 25.14-30, que se refiere al Milenio, afirme que alrededor del territorio y la esfera del Milenio será tinieblas dónde los “siervos de Dios” infieles se pasarán arrepintiendo (ese es el significado de la metáfora) hasta el fin de los mil años, cuando se completará el número de los salvos. El primero es antes de la Gran Tribulación cuando serán arrebatados los Vencedores, el Remanente, el “hijo varón” de Ap. 12. El segundo, al final de la Gran Tribulación cuando los salvos de hoy que hayan quedado conseguirán vencer y morirán mártires y resucitarán para ser arrebatados junto a Su Dios, y luego vendrá el Milenio. El HOY de Hebreos 3. 13 es hoy hasta el final del Milenio, o hasta que nos morimos.  

Principio Eterno.  

7)               Permanecer en Cristo para poder llevar frutos. Jn. 15:2 Dios quiere que vivamos, pero le agraviamos sobremanera si no queremos llevar frutos. Si de repente decimos: No quiero más vivir; o cansé, voy a dejar el ministerio, o creo que ya hice todo, no hago más nada, o aquí nací, aquí voy a permanecer hasta el fin, ahí el Señor te dice: Bueno, entonces te llevo; ya eres salvo, y no queréis más crecer, o servirme. La diferencia veremos en el Milenio, pues, así recibiremos menos galardones.  

Principio eterno.

8)               Discernir el Cuerpo de Cristo y participar de la Mesa del Señor dignamente. 1ª. Cor. 11: 30 Esto no debe ser una costumbre, un rito de hacer penitencias momentos antes de la Cena del Señor, sino una vida de continuo arrepentimiento y reconciliación interior con los hermanos, y con el Cuerpo. Dios cuida su cuerpo y no permitirá que nada lo contamine. La llave es la UNIDAD local.  

Principio eterno.

9)               No destruir el templo de Dios [1ª Cor.3.17]. El templo de Dios ahora, es nuestro cuerpo, no apenas nuestro espíritu, aunque el centro o altar mayor de ese templo sea el espíritu humano. Hay infinitos ejemplos (que conozco) de cristianos que después de santificados y de haber llegado a ser morada de Dios en el espíritu, profanaron su cuerpo y en poco tiempo más, fueron literalmente destruidos. Todos los seres humanos tenemos una inclinación suicida. Es el poder del pecado. Todos reducimos nuestra vida en alguna medida y forma, pero eso sólo nos puede limitar las recompensas, nada más. Pero cuando infamamos nuestro cuerpo con pecados groseros que hacen de nuestro cuerpo parte de la prostitución, o de vicios dañinos, o pecados que afecten a terceros, y no pretendemos cambiar, es ahí que Dios dice que él mismo destruirá ese templo, o sea, lo matará, pero eso nada tiene a ver con la salvación eterna sino tan sólo con disminuir nuestra vida aquí, que ya es mucho, naturalmente.  

Principio eterno.

10)            No caer en la rebelión (Nm. 30:6–15; 2): el principio de la sujeción es tan fundamental, que a los ángeles rebeldes Dios “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”. Jd.6. Watchman Nee nos señala 5 clases de autoridades delegadas que son como la Autoridad del mismo Dios, y que rebelándonos deliberadamente contra ellas, equivale a rebelarse directamente contra Dios (50 Preguntas Vitales del Evangelio), a saber, 1) el esposo sobre la esposa; 2) los padres sobre los hijos; 3) los patrones sobre los siervos o empleados; 4) el Gobierno Civil sobre el pueblo; 5) y los Obreros de la iglesia sobre el pueblo de Dios: Ministerio UNO, Iglesia UNA.

El pecado de rebelión es igual al pecado de hechicería. Hechicería es sinónimo de atajo, y significa tratar de llegar a un fin desviando el camino verdadero. Dios nunca permitirá a nadie llegar a él, fuera de Cristo, el Camino, o que uno se extravíe, queriendo adelantarse a quienes él puso con autoridad sobre nosotros, o que nos vanagloriemos considerándonos superiores. 2ª. Jn. 9. Pero antes de enseñar y reclamar esto, uno mismo debe SER IGLESIA tal cual Cristo diseñó Debemos vivir en armonía con los demás ministerios donde nos vemos, la ciudad, conyugados en Cristo, haciendo la OBRA de DIOS y no las nuestras. Quien no vive bajo autoridad, no tiene autoridad. 

Principio eterno.

WEBSITE PERSONAL BILÍNGUE:

TITO BERRY