Toda pérdida es dolorosa. Y más perder una vida inocente, así como sobrevivir inocente, sin culpa, de una pérdida familiar o de un bien que nos haya quitado un hijo de Satanás sin ningún remordimiento.
Es notable cómo Dios revela su memoria en Jeremías 31. En el versículo 20 Él se conduele de un hijo y a sus ojos es precioso, aunque haya pecado. En el 34 él olvida conscientemente los pecados de sus propios hijos. Todos los humanos experimentan pérdidas dolorosas. Una descripción de la memoria de Dios para estos dos versos, nos pone frente a una memoria selecta que perdona acciones, pero no odia al que cometió el mal. Desde un punto de vista humano, podemos decir que Dios sobrevive al error o pecado de su criatura, su hijo.
Pero, ¿qué de aquellos recuerdos del tiempo y ocasiones en que tuvimos que lamentar involuntariamente nuestras pérdidas? ¿Cómo vamos a sobrevivir al punto de sobrevivencia a la misma sobrevivencia? El mismo Dios nos da la respuesta. En lugar de quejarnos de las pérdidas sufridas, o de condenar a los malhechores o implicados, ya sean homicidas, ladrones, o suicidas, deprimidos, o enfermos con el Mal de Alzheimer, AMANDO ÉL A TODO EL MUNDO POR LA DONACIÓN DE SU ÚNICO HIJO, PARA RESUSCITAR A LOS MUERTOS Y RECUPERAR LO PERDIDO. Esto sí que es sobrevivir a la sobrevivencia.
A menudo veía a mi madre taparse la boca llorando y luego consolarse a sí misma, sin blasfemar. Perdió un hijo de 3 o 5 años, más dos mellizos; Luego, su hijo mayor, de 47 años, en seguida, un quinto, de 61 años; y su esposo. Entonces comenzó a tener la enfermedad de Alzheimer y partió. Este "mal" fue su mecanismo de escape para poder sobrevivir. Mi padre era un hombre muy duro. ¿No sería ese su mecanismo de defensa contra la pérdida de vidas? Creo que así logró no volver a sufrir, siendo cuidado por todos sus sobrevivientes hasta su último aliento de vida.
En la familia de la madre de mis hijos, muere el primer bebé de uno de mis cuñados. Luego, un hijo recién casado y médico recién graduado de otro cuñado. Últimamente, un niño nieto de un tercer cuñado. Todas esas pérdidas son muy dolorosas para todos nosotros, incluida la de mi esposa, que tenía 56 años. Pero, ¿cómo sobrevive a la muerte de su padre o madre un adolescente o joven?
En Argentina, últimamente, se habla de 30.000 muertos durante las dictaduras militares. Tanto si la cifra es precisa como inexacta, los mismos militares, como Videla reconocieron sus asesinatos. “La Noche de los Lápices” también fue una realidad cruel donde decenas de jóvenes rebeldes contra las injusticias del Estado fueron asesinados. En el pasado gobierno hubo jóvenes asesinados, y decenas o cerca de doscientas muertes sin que jamás haya habido aún justicia, y todo en conexión con el Gobierno. En este nuevo Gobierno también hay algunos casos enigmáticos.
Nunca faltan Christine Lagarde que anuncie que será mejor matar a los viejos, ni un militar argentino que no declare su deseo y complacencia por la muerte de sus jóvenes compatriotas; así como un libertario como el youtuber Eduardo Presto Felippo, y políticos comprometidos con el Lawfare hasta destruir a sus enemigos ficticios o reales. Tampoco falta en esta humanidad sin Dios, quienes se regocijen y justifiquen ante ciertas muertes, mientras defienden otras en aras de filosofías huecas e impersonales. Eligen el camino más fácil, con menos dolor, pero menos divino y más animal, porque Dios nos enseña a elegir amar la vida, sin odiar a los que matan o se suicidan o pecan. Hay tantos que odian, que incluso hay una nueva teología que dice que Dios odia al pecador, para justificar su odio. Hacen del Soberano un debilucho ante el dolor de la caída humana.
El cristiano no es ni mejor ni diferente y superior a un no cristiano por lo que sufre, pues tenemos miles de ejemplos de paganos que sufren tanto como un cristiano. Lo que nos hace diferentes es saber reciclar; cómo sobrevivir a la supervivencia. No todo el mundo podrá sobrevivir a la supervivencia, pero aquellos que caen en la depresión o en el Alzheimer son los que al menos sobreviven al dolor y a la pérdida. Esto nos basta para reconocer en estas personas una memoria divina más avanzada que la de aquellos que, en lugar de reaccionar con amor y perdón, o rehacerse desde las cenizas, o “escapar” hacia los dolores de la depresión y el Alzheimer, optan por suicidarse. Incluso en este caso, como Sansón, la mayoría de la gente no tiene la intención de “matar” a la familia sobreviviente con dolor, sino a sus enemigos o enemigos de un ideal más grande que ellos mismos, por lo que estuvieran dispuestos a renunciar sus vidas individuales.
Mi respeto y admiración va hacia aquellos sobrevivientes de la pérdida de vidas humanas [más que por los materiales que son muy personales, como la única casa, o la tierra que mueren sin llegar a tener], pero, mucha mayor admiración a los que están en depresión o Alzheimer para sobrevivir. Alcanzar este nivel de memoria divina requerirá que todo aquel que quiera saber cómo fue el acto divino de dar a su único hijo por los millones de pecadores del mundo, habrá de perder vidas humanas muy íntimas y poder volverse a Dios sin condenación, reconociendo su Soberanía. Congruentemente, oro y deseo ayudar a todos a levantarse para vengarse de su dolorosa supervivencia, imitando a Dios al dar amor y perdón. Siempre habrá alguien que disfrute de nuestras pérdidas. Necesitamos aprovechar para crecer en la memoria de Dios, y mañana para vernos amando y sirviendo a pesar del dolor. Prefiero que mi partida desestabilice el terreno de los enemigos de Dios, como en el caso de Sansón, en lugar de vivir odiando y disfrutando del dolor ajeno. Prefiero la memoria de Dios antes que la memoria humana que se venga mal. Y si hay alguna ventaja por ser así, será amar y perdonar y saber dar lo que más amamos, a Dios, como una ofrenda humilde y respetuosa que se evidenciaría en acompañar a quienes sufren en sus dolores, sin politizar ni deshumanizar el dolor.
Tanatólogo Tito Berry
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