Dicen que para las mujeres, si no es 8 es 88. Pero dicen tantas cosas injustas y hasta impropias de las mujeres, que no son ni dignas de análisis tales cosas. Es verdad que en la Creación los humanos parten de la igualdad, y sólo después vino la diferencia. Pero si no somos capaces de percibir esto, reconocerlo y aceptarlo, mucho menos lo seríamos al observar al hombre y a la mujer de después de su caída en el pecado. Desde este segundo momento, no la Creación, sino la Caída, son notables las diferencias entre el hombre y la mujer, y ¡Basta! ¿Por qué exageraremos Génesis 3. 16 para instalar una tercera condición, que ni es de la Creación y tampoco sería apenas de la Caída sino ahora, de grados de caídos?
Dejando de lado esas cuestiones que la Biblia simplifica y los hombres caídos y las religiones complican, digamos que desde el principio hubieron dos clases de humanos: los especiales y los comunes. La especialidad nos habla de la Igualdad en la Creación y en nuestra posición ante Dios, el Creador y Señor. El aspecto “común” nos habla de lo ordinario, caído, perverso e inmerso en el mar de las diferencias. La caída es la misma en todos, pero diversa en sus manifestaciones, aunque la superioridad atribuida al hombre cuanto a deseos, no es verdadera; y sí fue sacada de su contexto.
Si la expresión acerca del deseo en Génesis 3. 16 se refiriera a lo sexual o al dominio, en ambos casos las mujeres dan show de competencia y superioridad en un vasto territorio humano de formas diversas de los deseos humanos. Es que la frase no es declaración divina de algo inflexible, sino sentencia de lo que acontecería por la maldad del hombre sexual.
Cuando un pastor cae en el pecado sexual, comúnmente le culpa a la mujer que le tentó, o sea, que dominó por el ejercicio de sus deseos. Cuando solo es tentado, busca controlar a la mujer, principalmente la suya, y deja a las demás libres para su satisfacción. En lo religioso, no hay mujer que se salve de la maldad del hombre por dominarla, por la interpretación equivocada y mal-intencionada del texto bíblico. Hasta aquí vemos la IGUALDAD en la Creación y una competición igualitaria en las DIFERENCIAS entre hombre y mujer desde su caída.
Jesús no discute estas cosas superficiales, banales y perturbadoras propias de la Caída Humana de hombre y Mujer. Él empareja a todos sus seguidores [que eran hombres y mujeres], y dice: “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” [Mt. 16. 24]. Seguir a Jesús demanda que el hombre deje de ser misógino; la mujer no sea misándrica; que dejen de pleitear quien domine por el deseo; y todo otro y cualquier presunto derecho humano.
En otras palabras, el seguidor de Jesús debe vivir su estado de caído en la característica de lo COMÚN en el sentido de que todos son iguales e igualmente inservibles para ser discípulos de Jesús, dominados que intentan dominar, y dominadores injustos e impropios. LA ESPECIALIDAD que ahora internalizan los que siguen a Jesús, es precisamente SEGUIRLE, lo que nos hace especiales, y sin DERECHOS HUMANOS que defender y por los que competir.
Con la gente COMÚN del mundo y de sus religiones, debemos comportarnos como si fuéramos iguales a ellos, pero siendo ESPECIALES. Entre ESPECIALES, comportarnos como igualmente especiales. Para más claridad, tomemos el ejemplo de las bebidas alcohólicas: UN ESPECIAL se reúne con gente COMÚN [del mundo y de las religiones], manteniéndose ESPECIAL: Como tal, es ESCLAVO DE CRISTO; no tiene más ningún DERECHO al que atenerse, por tanto, no participará en la bebida con los comunes. UN ESPECIAL se encuentra con otro ESPECIAL y no beben alcohol, porque ambos son ESCLAVOS DE CRISTO, no que beber alcohol sea pecado. Pero si en la cultura de un determinado lugar de DISCÍPULOS DE CRISTO beber tales licores es costumbre, el hermano ESPECIAL de visita, deberá ajustarse a lo que para los hermanos huéspedes no es pecado, y caso pudiera o debiera privarse de compartir la copa, no figurar como “más santo”, porque en este caso, estaríamos condenando al hermano, lo que no es evangélico ni cristiano.
Otro ejemplo es cuando uno va con la esposa a una iglesia donde ninguna hermana usa pollera hasta las rodillas sino hasta los tobillos, y la esposa de uno sí la usa más corta y ni por eso está en pecado, pero como es ESCLAVA DE CRISTO, buscará que le presten un vestido para el culto salvo imposibilidad total, y ahí son las hermanas de vestidos largos las que deben aceptar a la esposa del visitante sin impostación religiosa.
EL COMÚN siempre rebaja al otro, o si le fuera posible, le pone bajo sus pies para sentirse moralmente correcto y religiosamente perfecto, pero EL ESPECIAL no finge, no imposta. Sólo se adapta lo más que puede, hasta el límite en que le quieran obligar a pecar. COMÚNES son los mundanos y los religiosos. ESPECIALES son los que siguen a Jesús. Pero nunca faltará un PEDRO que le pregunte a Jesús por USTED: ¿Y este? A quien Jesús le responda: ¿Y a vos que te importa? Nuestra ESPECIALIDAD sólo es juzgada por Jesús. Ningún otro ESPECIAL se atrevería juzgarnos, pero si lo hace, paciencia. Entre hermanos siempre va a haber envidia, y a los MINISTROS sólo pueden juzgarles otros MINISTROS EN IGUALDAD DE AUTORIDAD [1ª Tm. 5. 17-25].
Ap. Tito Berry
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