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domingo, 1 de novembro de 2020

Orando en todo tiempo...

 

“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” [Efesios 6. 18]:

Días atrás, pasé más de tres días atormentado y en batalla espiritual con fuertes síntomas de que “ahora sí, el COVID 19 me agarró”. Todas las anteriores veces cuando empezaron a revelar cuáles serían los síntomas, yo ya los había tenido varias veces, en diversas ocasiones, y siempre los dejé atrás, venciendo por el nombre del Señor Jesús. Esta última vez permanecí orando, y el pobre diablo fue tantas veces echado, sin estar en ello, ni por cerca. Con razón no se iba! Hasta que el Espíritu Santo me llevó a orar diferente: Me dirigí al Señor, y le dijo: ¿Sabe qué, Señor? Si me sano, amén; sino sigo enfermo, amén; si me muero, amén; a final, soy tuyo, y vivo en tus manos. Tú eres mayor que todo, y estás por sobre todo, así que, gracias por permitirme pasar por esto, si me muero, mi muerte será preciosa a tus ojos, y si no completo mi misión, otro la hará. Amén a Ti, Señor, o por vida, o por muerte. Y fui a dormir. Al otro día, después de ocho horas de un solo sueño, estaba sano.

Le conté a mi nuera Ale y ella que es profesional en fisioterapia, y del Señor, me dijo: “Tito. Es la máscara. Usted se coloca sólo al salir, y le gusta caminar, y me dice que siempre vuelve enfermo. Es que respira y su misma respiración vuelve a entrar sin reciclaje; la respiración no cumple el debido proceso, y cuando aspira, se va a sus ojos, y le entra por ahí; eso es lo que le está enfermando”.

Ayer volví a salir, y caminé unos tres kilómetros hasta un nuevo supermercado. Estaba casi sin gente. Compré y salí de inmediato, con todos los cuidados imprescindibles, pero antes mismo de llegar a él, ya estaba enfermo. De regreso, noté que volvió el mismo tormento de la última vez, entonces, me acosté a dormir temprano, y cada momento que pasaba estaba peor, pero dije: Voy a dormir bien, y voy a levantar sano, porque ahora comprobé que realmente es el uso del barbijo que me perjudica, y uno cuando aprende de verdad la lección que Dios quiere darnos, ya no necesita más luchar. Dormí más de 10 horas “como tronco”, y desperté sano y con este mensaje que compartir:

“Orando en todo tiempo”: La única oración que satisface este mandamiento, es el invocar el nombre del Señor. Cuando escuchaba a un grupo de hermanos invocar ¡Oh, Señor Jesús! Repetidas veces, me pareció un mantra orientalista. Escribí un libro juzgando, y un día el Señor me trató. Investigué mucho hasta el Señor revelarme en Su Palabra: Los otros decíamos ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! Como mantra, y nunca nos hemos visto raros. ¿Por qué ahora esos hermanos estarían equivocados, si no hacen otra cosa sino clamar por el Señor Jesús? En plena conferencia de esos hermanos, en Rosario, Santa Fe, pasé al frente y pedí perdón ante cientos de “invocadores”. Así aprendí a invocar el nombre del Señor realmente en todo tiempo, como susurrando cuando no puedo hacerlo en alta voz, ¡y funciona mismo! ¡Milagros, maravillas, sanidades, libración y liberaciones!

“Con toda oración”: El invocar al Señor no substituye otras clases de oraciones. Ahí está el error. Creer que porque uno aprendió a invocarle al Señor ahora no necesita pedir, ni reprender, ni expulsar, ni interceder. Esto también aprendí y lo practico.

“Y súplica en el Espíritu”: ¡Ha! ¿Saben que hacer una listita de pedidos, o no olvidar nombres puede que nada sirva? Saben por qué? Porque la súplica, el clamor, la intercesión, deben ser en EL ESPÍRITU totalmente. Esto también aprendí, y lo vivo. Si mi espíritu no gime, de nada vale nombrar a los necesitados, o nuestras necesidades. Dios no es un mandadero. Ni reprender y expulsar. El Diablo nada tiene a ver con nuestra comunión con el Señor y Soberano Dios. Pero entonces, fallaba en lo siguiente:    

 “Y velando en ello…”: ¿En qué habrá que velar? ¿Contra el Diablo? ¡No! “En ello”. Ese ello es: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu”. El verbo orar está en el gerundio, lo que implica decir “andando”, “de continuo”, por uno y por los otros. Y “velar” es cuidarse sin paranoia.  

Hermano. ¡Él llevó nuestras enfermedades, y punto! ¡Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo las 24 horas del día, y punto! ¡Oramos en todo tiempo, y punto! ¡Vivimos y moriremos para Él, y punto!

Misión Mundial de la Gracia

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