Tal vez sea el creyente en Jesucristo el ser humano con mayor conflicto consigo mismo, conflicto de identidad. No sería para menos, ya que sea que éramos muy malos, o no tanto, o muy buenos, la salvación nos cambió completamente el futuro, que nos deslumbra, y hasta preocupa, porque comenzamos una vida en la cual dudamos del futuro, y mucho más del pasado; no sabemos si al ser salvos perdimos todo lo que antes amábamos, o un poco, o nada. Es que…
Para tener una salvación tan grande, debíamos haber estado en una gran perdición. El cristiano se deslumbra por su salvación, pero poco se sorprende de dónde el Salvador le sacó, y de cuan nada era y sería él, si siguiera sin ser alcanzado por el Salvador. Por lo contrario, muchos se deleitan en recordar lo que eran antes de ser salvos, o se jactan de lo que renunciaron o perdieron. En realidad, no renunciaron nada; le quitaron.
Hay gente que discute y fuerza el texto de Hebreos 2 donde aparece la frase “como escaparemos si descuidamos una salvación tan grande”, como una de las más fuertes y determinantes pruebas de que “pierden la salvación” en determinados casos. Ni llegaron a comprender espiritualmente lo grande que fue y es su salvación, y ya temen perderla. ¿Cómo usted perderá lo que no sabe que tiene, o sabiendo, lo desconoce?
Criaré una metáfora para ayudarnos a comprender esto. Supongamos que uno es un agricultor que planta porotos. De repente hay anuncios de que la creciente del río seguirá avanzando tempestuosamente en los próximos meses, y que permanecerá muchos días en terrenos y casas invadidas, y la siembra se perdería por completo, si no se la cosecha de emergencia. Entonces, contratamos camiones, ponemos mucha gente a cosecharlos, movilizamos una logística nunca utilizada en tiempos normales a fin de realizar el rescate lo más rápido posible, y de manera segura y exitosa. Los porotos en las bolsas son todos aptos para comer; pero también hay bolsas con porotos imperfectos, que son cosechados para alimento de animales, y así también hay bolsas con porotos ya maduros, sequitos, que servirán para otra futura siembra. Así es la historia de nuestra gran salvación. No importa el grado de “bondad” de cada uno de nosotros “semillas”, todos venimos de una gran pérdida.
El capítulo 1 de “Hebreos” describe la majestad del Hijo, que era uno con el Padre, era la Voz del Padre, la Vida, y un espíritu SUPERIOR a los ángeles. Ya el 2 empieza diciendo “por tanto”, que significa continuación de lo terminado de decirse; aquí el Hijo es hecho MENOR que los ángeles. Aquí el que era SUPERIOR y el Padre le hizo MENOR, se mantuvo amando la justicia y aborreciendo la maldad.
Por él, el Universo fue hecho, “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo hecho la expiación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Antes, Dios había hecho a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego, pero del Hijo hizo JUEZ que puso a todos: ángeles, ministros, y humanos pecadores, debajo del TRONO de “Vara de equidad que es el cetro de Su reino”. A los espíritus les dijo: <<Corran y junten toda la cosecha antes que se pierdan eternamente>>. A las llamas de fuego dijo: <<Quemen la cizaña, entresaquen a quienes Yo quiero salvar, y rescátenlos. Preserven sus vidas>>. Y entonces vino al mundo y se inmoló primero, para salvar a millones, incluso de no nacidos aún, tipificados en los porotos aptos para nuevas siembras.
El Hijo NUNCA tuvo conflicto y duda de IDENTIDAD. Su Encarnación fue un progreso y su muerte, una victoria, por tanto…
“Es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salvación tan grande? La cual, habiendo sido publicada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que le oyeron”. Necesitamos permanecer FIRMES en esa Salvación, para que no tengamos una “justa retribución” [pago, o castigo], por DESCUIDAR UNA SALVACIÓN TAN GRANDE.
Su proceso es maravilloso, por lo que DESCUIDAR no es perderla sino no valorizarla debidamente, perdiendo de disfrutar de la ella cabalmente. ¿Cómo? Cuando todavía como ya salvos, pretendemos mantener lo que antes éramos y teníamos o se nos permite ser o tener en la nueva vida. Por mantener este conflicto interior, confiamos en los hombres, esperamos algo bueno de los gobiernos, del patrón, de nuestro trabajo; que nuestra habilidad nos salve, o nos sentimos con suficientes méritos para tener recompensas aquí y ahora, ser promovidos por el Señor en ministerios exitosos, una familia que hable bien de uno después de partir; como sintiéndonos un ídolo, cuando que nuestra salvación fue total, al punto de no dejar nada en pie del pasado en uno. Entre el ser un profesional exitoso, y un ministro de Dios, Él no nos obliga a cuidar de ambos, pero sí espera que elijamos, pues, nuestra salvación es muy grande. Hoy también debemos observar no sólo la dimensión de UNA GRANDE PERDICIÓN de la que venimos, como UNA GRAN SALVACIÓN ETERNA, contiene: 1) Perdón de nuestros pecados; 2) Herencia con Cristo del Reino justo; 3) Santificación posible y gratuita; 4) La categoría de “hermanos” del Señor; 5) el congregarnos como familia; 6) el Vivir la vida humana en sus crueldades, y que cuando tentados, seamos librados y alcanzados por la misericordia del Señor el tiempo todo, quien nos liberta también para que no tengamos más miedo de la muerte, y; 7) Nos lleva a derrotar al Diablo.
Misión Mundial de la Gracia
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