No vamos a entrar a una esfera de absoluto dominio de Dios, como la de las intenciones humanas, pero sí debiéramos preguntarnos si realmente para Dios es “grande” un hombre al cual llamamos “grande hombre de Dios”.
Que un chiquillo hijo de millonario deje todo para dedicarse al sacerdocio católico o al pastorado evangélico puede hacerle grande, pero en verdad, sabe muy bien el muchacho a quien recurrir cuando necesite dinero. Mientras que ciertos misioneros católicos y evangélicos sí, pueden ser llamados por nosotros, sin ninguna duda que son grandes a los ojos de Dios, saliendo a la misión sin ninguna posibilidad de socorro en casos extremos por su supervivencia.
Todos los cristianos tenemos el derecho a esgrimir un llamado divino, y a dedicarnos a él con fervor, devoción y entrega, mas, lo que en nosotros debe servir de ejemplo, no debe ser tomado para la idolatría, y que los demás aprovechen para pagar menos, por más beneficios, al reverenciar uno de sus considerados “grandes” en la cabeza, y no en sus propios pies sin el mismo llamado o las mismas convicciones.
Un coreano en nuestra Latinoamérica, sostenido financieramente por hermanos de su país, puede ser muy grande a nuestros hijos, pero con el enorme riesgo de equivocarnos. Yo conocí uno solo entre ellos en Argentina, Pedro Kim. En Brasil conocí al chino Dong Yu Lan. Y en Argentina de nuevo, al pastor brasileño-argentino Juan de Cuadra, José Juvenal Aranda, Benigno Ferreira, y en camadas posteriores, a Carlos Anacondia que realmente viene de abajo y lanzó una fábrica para dar empleo a la gente, junto con el Evangelio que predica.
Los demás, y de corte notable en la Argentina,
y en los EUA o en Suecia, o Alemania, prácticamente se los podría atribuir “agentes
secretos del Neoliberalismo” nadando en dinero para cambiar nuestras cabecitas
de “negros”, “indios”, “latinos” y “vagos”, que es muy fácil cuando el dinero
respalda. Pero no hay ídolos solamente bajo el influjo del capitalismo, también
por el sostenimiento radical de los pobres, como es el caso del “grande”
evangelista de Puerto Rico y tantos otros. [Mr. 9. 39-40; Juan 6. 28-29]. A nosotros, los siervos de Dios nos corresponde vivir para engrandecer al verdadero GRAN YO SOY, y no a nosotros mismos. Y nada en desmedro del reconocimiento que debemos tener a nuestros ejemplos, pero la idolatría es la veneración del pasado, con el desprecio del presente.
No estoy negando las experiencias de cada uno de los beneficiados, ni relativizando sus obras, o menoscabando sus esfuerzos. Estoy simplemente haciendo sociología desde el corazón de nuestro Padre. Nuestro “GRAN” amigo bautista al llegar a mi ciudad natal y establecer allí la Primera Iglesia Bautista [estaba yo presente en todo, allí], no vino casa por casa a evangelizar, enseñando a contribuir, para luego juntar donaciones y demás, y así anclar allí una obra que siga glorificando a Dios. Él, como siervo de Dios y un innegable llamado a misionar, me hizo muchos bienes, pero también algunos males irreparables, por amar más a su familia [rica] que a un compañero fiel.
Si siguiera esbozando casos, daría un libro, y me fluiría, porque Dios me ha capacitado no tanto a escribir tal vez bien, pero sí a nunca fraguar la verdad, pero si todos los ministros aprendiéramos a filosofar y hacer sociología, teniendo por modelo al Hijo Unigénito de Dios que siendo rico se hizo pobre, por nosotros, descubriríamos nuestros ídolos “evangélicos” celosamente mantenidos de pie, en nuestra cofradía intocable bajo órbitas neocapitalistas dominantes y para nada inclusivas de los otros.
Dr. Tito Berry
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