Tenía un amigo en la ciudad de Corrientes, que me conocía mucho, y estaba más tiempo en mi casa que en la suya, porque tenía capital suficiente y hasta nos ayudaba, y luego quería almorzar, cenar y hasta dormir en mi casa, si no fuera la esposa llamándole por teléfono para que vuelva.
Debido a que padezco de un dolor de cabeza inexplicable desde mis 7 años de edad según mi madre dijo al médico, en la época. O sea, son 61 años que padezco ese mal, sin que jamás los médicos descubrieran cuál es la razón. Me acostumbre a tratarme sólo, y aprovechaba para adorar y orar mientras tanto, un día el amigo me dijo:
- “Yo creo que Dios permitió en vos el dolor de cabeza como el aguijón en la carne de Pablo, porque si vos no lo tuvieras, no serías la bendición que sos. En mí, en cambio, el aguijón es otro: No puedo pasar por la cartelera de un cina y ver películas nuevas, sin entrar para asistir. Mayormente las que tuvieran mujeres y sexo”.
Recuerdo que le respondí con mucha riza, “eso no es aguijón en la carne; no es debilidad [como él argumentaba]; es una fortaleza diabólica”, espeté.
Las tentaciones no pueden liberar la alarma de debilidad carnal, porque ellas nacen en uno mismo. El Tentador Satanás no nos va a hacer una tentación con garantía de validez a fin de que no la perdamos. Él solo espera una brecha, es, como dice Proverbios 16. 1, como un ave que posa donde hay un terreno libre para posar, sino, no consigue bajar.
¿Cómo saber que nuestra carne es débil? Bien, creo por la Biblia, que eso no se mide por las tentaciones y nuestros deslices o caídas, sino por las veces que nuestro espíritu no vence, y como en él está el Espíritu Santo, también sentimos tristezas o que él ha sido apagado.
Si al ir a la cama [eso le pasa mucho a los solteros y solos o solas, o a personas casadas que no duermen con su cónyuge] quedamos allí fantaseando o dando lugar a las pasiones indebidas, o de manera compulsiva, hay dos demonios que pueden venir a acostarse con uno. Se llaman Incubo y súcubo. Y si al percibirlo, no batallamos espiritualmente, primero de todo, pidiendo perdón al Señor y entregándole de nuevo nuestras mentes, voluntad y emociones, ellos no se van hasta que uno no le ofrezca sexo. Lo mejor será siempre no abrirles la puerta.
Si el cine y los lugares de provocación semejantes nos voltearon alguna vez, nada mejor que determinarse a no pasar por esa calle. Ya descubrimos nuestra debilidad; ¿nos vamos a exponer al peligro?
Si nos cuesta orar de rodillas, pues, Dios no es un verdugo. Prepárese un buen sillón, cérquese de toda la mayor comodidad posible y ore, pues, si su espíritu está en desventaja, no es maltratando a la debilidad [las rodillas, por ejemplo] que va a ayudar a su espíritu, sino invirtiendo en él a pesar de su debilidad.
Si no consigue ayunar, no consolide su debilidad. Ore. Los textos de los evangelios que agregan ayuno a la respuesta de Jesús, pertenecen a manuscritos con influencias de Juan el Bautista, de ahí que las mejores traducciones, basadas en otros manuscritos dicen sólo oración y no oración y ayuno. La connotación que conlleva el ayuno en el Antiguo Testamento es la de arrepentimiento, por eso que Isaías 58 lo desmerece cuando no hay arrepentimiento. Pero la connotación de Juan el Bautista, en tiempos de un Judaísmo degradado y dividido, pasó a ser la de esfuerzo humano, y eso Jesús nunca enseñó, por lo que los manuscritos que no traen “ayuno”, parecen ser mejores. Dios no está sólo en Jerusalén, ni solo en Samaria, ni en el monte. Dios está donde hay una necesidad y los hombres deciden invocar su nombre, lo que significa que se declaran dependientes de Él. No se deje ganar por las debilidades de la carne. Invierta en su espíritu, y sólo así va a descubrir cuán débil es su carne.
También se descubre la debilidad de la carne no por la glotonería y la ebriedad, sino por, qué comemos y qué bebemos, mucho más que por cuánto comemos o bebemos.
Además, descubrimos nuestra debilidad carnal, cuando decidimos controlar nuestra lengua, escuchar más, no reaccionar tan violenta y arrebatadamente, aumentamos nuestra higiene física y ambiental, y decidimos gobernar nuestro tiempo. Es como en lo político. El gobernante que toca el acúmulo deshonesto e inhumano de unos, descubre cuán frágil es su gobierno, pero si sólo invierte en la debilidad de los débiles, los más ricos como el ave, quedarán escabullados esperando una brecha, un espacio libre donde posar. No en vano los llaman buitres. Pero si escuchamos a San Francisco de Asís que dijo: “A Dios rogando, y con el mazo dando”, Los buitres no hallan poso.
La carne no es débil en el sentido que debamos alimentarla, llevarla al gimnasio, y darle mimos para que se vuelva fuerte, sino que es débil para soportar el espíritu. Cuanto más alimentamos nuestro espíritu, más ella se va poniendo escuálida. Sus piernas se quiebran, y tiende a morir. Pero si usted ayuna, ella reacciona bien, porque usted la desintoxica, y ahora estará en mejores condiciones para pleitear con su espíritu. Y ahí uno va al púlpito y no está más humilde, sino que ahora se siente más dios, y desafía a los demonios, y hasta les entrevista, hasta que ellos le echan de su casa y se quedan dominando todo.
Ap. Tito Berry
Nenhum comentário:
Postar um comentário